...El chofer temblando de miedo, abrió la puerta y recibió un golpe en la cara con el arma del encapuchado que lideraba al comando y empezó a gritar a los pasajeros: -Ya se los cargo la chingada, putos.
El chofer, sangrando profusamente, acato la orden de seguir conduciendo. El autobús recorrió unos diez kilómetros hasta una planicie en medio de la nada, donde la obscuridad se rompía con las intermitentes de unas veinte camionetas que parecían hacer valla a otros tres autobuses de diversas lineas.
Ahí se detuvo el autobús. A todos los hombres, ocho en total se les ordeno bajar. Tenían entre quince y cincuenta años, fueron clasificados. Separaron a dos ancianos y a otros dos que parecían enfermos A los cuatro les ordenaron quitarse las camisas.
Hasta ellos llego un hombre a quien los encapuchados le llamaban comandante. -A ver cabrones, el que quiera vivir que lo diga de una vez- grito-. Nadie contesto, todos miraban al suelo muertos de miedo. "Un jovencito de quince años se orino en los pantalones. El comandante saco una pistola y le pego un tiro, -¿Quien mas es maricón?-no tuvo respuesta-, ¿Quien quiere vivir? contesten. Los tres descamisados que quedaban alzaron la mano. Fueron llevados a otro grupo similar que había pasado por el mismo procedimiento. El hombre de negro ordeno que le trajeran a los marros y dijo: -A ver cabrones la transa es así, van a ponerse en parejas y se van a partir la madre, el que sobreviva se viene con nosotros a jalar y se salva"
Cuando los hombres retenidos en aquel paraje de las afueras de San Fernando recibieron la orden de pelear a marrazos para salvar su vida, uno suplico llorando al comandante de los encapuchados: -Por favor señor, yo no quiero hacer esto, le doy todo el dinero que traigo, y si quiere mi casa pero dejenos ir. El desalmado jefe de los matones lo miro fijamente y le dijo...
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